El tercer jueves del mes de noviembre de cada
año celebramos el Día Mundial de la Filosofía. El 16 de noviembre en 2017.
Estas líneas pretenden ser un homenaje a la escondida labor realizada en el
aula en una asignatura insignificante que desarrolla lo mejor.
Partamos de un ejemplo. A hablar se aprende
oyendo hablar, balbuceando, aceptando ser corregido, desarrollando primero la
dicción y luego los matices significados. El entorno en el que se realiza el aprendizaje
del habla no es menos importante. El niño necesita sentirse aceptado,
comprendido, amado. En el planteamiento del aprendizaje es tan importante el
entorno para enriquecer el vocabulario, como el vocabulario para dar nombre al
entorno.
Aprender a pensar y aprender a decidir tienen
un recorrido similar. Y sí, se aprenden, no vienen solos. Es imprescindible que
el alumno reciba conocimientos que le permitan juzgar con profundidad la
realidad tal y como hace la disciplina filosófica. El aprendizaje es algo que
ocurre cuando se juntan múltiples factores. La empatía, no forzar los tiempos,
la corrección adaptada al nivel del alumno y la incorrección permitida para dar
prioridad al mensaje. Así, el entorno de aprendizaje es tan importante como los
contenidos que se aprenden y las destrezas que se desarrollan.
Hay que conocer buenos pensamientos. Hay que
conocer buenas decisiones. Hay que entrenar buenos pensamientos. Hay que
entrenar la voluntad para tomar buenas decisiones. Hay que contar con la
imprescindible libertad para pensar y elegir en un entorno de respeto y
aprecio.
La Filosofía como disciplina y como actividad
en el aula, en un sentido, no sirve para
nada, es insignificante, porque no
es un saber técnico que permita fabricar cosas. Tampoco es un saber o una
destreza que pueda medirse en términos de eficacia o eficiencia. La filosofía
no es un conjunto de conocimientos de autores pretéritos. Tampoco piensa ni
decide por el alumno. Por todo ello decía Ortega
y Gasset "Es forzoso que la
filosofía se contente con ser la pobrecita cosa que es" (¿Qué es filosofía?, Espasa-Calpe).
Pero la filosofía como disciplina y como
actividad que se prolonga fuera del aula enseña a pensar y a elegir. "El valor de la filosofía debe hallarse
exclusivamente entre los bienes del espíritu, y solo los que no son
indiferentes a estos bienes pueden llegar a la persuasión de que estudiar
filosofía no es perder el tiempo" (Bertrand Russell, Los problemas de la filosofía, Labor).
Queremos adultos que piensen por sí mismos y decidan
libremente. ¿Quién entrena a los alumnos a pensar? ¿Quién ayuda a pensar de
forma madura? Y, lo que es más arduo, ¿quién enseña a entrenar la voluntad?
¿Quién ayuda a discernir los motivos que impulsan nuestras decisiones? ¿Quién
entrena la capacidad de elegir libremente lo mejor? Los docentes somos parte
activa en esta ardua labor. Y dentro del ámbito docente la aportación de la
filosofía como reflexión, aunque discreta, es crucial. La filosofía es una de
las destrezas más nobles del ser humano que pone las bases para pensar y elegir
siempre lo mejor.
El trabajo escondido en el aula en una
asignatura insignificante prepara a los alumnos para pensar y elegir lo mejor.
Pedro Busquet Tres
Departamento de Humanidades