¿Qué padre o madre no ha pensado alguna vez: Ojalá pudiera proteger a mi hijo de todo mal, de cualquier riesgo? Este es un pensamiento de lo más humano y comprensible pero, en realidad, sabemos que no solo es imposible, sino también contraproducente. Si nos adelantamos a ellos, gestionándoles sus problemas, protegiéndoles de los posibles riesgos y evitándoles todo posible acontecimiento amargo, estamos mermándoles en su desarrollo como personas competentes, resolutivas y responsables.
El resiliente no nace, se hace. Y en esto, familia y colegio, tenemos un papel fundamental. Debemos dotarles de estrategias de afrontamiento, no para evitarles los problemas, sino para enseñarles a gestionarlos y salir fortalecidos de ellos. Al fin y al cabo, esta es la definición de resilencia. Para ello, es importante que aprendan a ver más allá del propio problema, a convertir las dificultades en oportunidades, a sacar el jugo y quedarnos con lo positivo.
Las adversidades forman parte de la vida y, como tales, debemos asumirlas incluso para nuestros hijos. Desde luego, no se trata de dejarles solos ante el peligro, pero sí de permitir que se enfrenten por sí mismos a consecuencias naturales de sus actos y decisiones.
Ayudarles a reconocer sus puntos fuertes, a tomar pequeñas decisiones acordes a su edad, a establecer vínculos afectivos positivos más allá de la familia cercana, a expresar sus opiniones con firmeza pero con respeto, a proporcionales reglas claras y coherentes, a no rendirse ante un fracaso, a responsabilizarse de sus actos, a gestionar el estrés.
Todas estas cosas ayudarán a nuestros niños a ser protagonistas de sus vidas, a ser más resilientes y, por tanto, MÁS FELICES.
Diana Poveda
Psicopedagoga Colegio Internacional de Levante
No hay comentarios:
Publicar un comentario