Podemos asegurar que en la sociedad actual se premia la inmediatez, sobre todo a la hora de estar comunicados, hecho que incluso nos llega a crear cierta dependencia. Sin embargo, puede que todavía nos quede un espacio de intimidad, de reflexión y de comunicación ajeno al tiempo frenético en el que vivimos y que, aunque nos pueda parecer obsoleto y viejo, es una de esas buenas prácticas que deberíamos recuperar porque mejoran nuestra vida.
Ha sido toda una experiencia descubrir qué compañero iba a ser el destinatario de la misiva, qué le podían contar, cómo se la podían decorar... Averiguar las distintas direcciones, los lugares en los que residimos, el código postal (¿¡Y eso qué es?!) Bajar juntos hasta el buzón más cercano para enviarlas y, por último, esperar. ¿Esperar? Sí, eso que llevamos tan mal en ocasiones en este mundo donde la prisa es una de nuestras compañeras de viaje habitual. Además, esperar para descubrir qué nos cuenta esa personita que vemos todos los días, con la que compartimos momentos de risa, de juego, de algún que otro enfado y que, quizás, no conocemos tanto como creemos.
¿Puede que esta carta, esta cosa tan obsoleta, ya en desuso nos ayude a conocernos y a acercarnos los unos a los otros? Será que es cuestión de esperar.
Isabel Marín
Dpto. de Lengua y Literatura
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